5. Optimización Calidad Sonora

5.1 Zonas estanciales. Propuestas de localización de bancos y zonas estanciales en áreas con mayor potencial sonoro
Zonas estanciales. Propuestas de localización de bancos y zonas estanciales en áreas con mayor potencial sonoro

Algunos trabajos que analizan la idoneidad del mobiliario urbano en la ciudad (p.e. Martínez Sarandeses et al., 2003) ponen de manifiesto la falta de criterio en algunos diseños y ubicaciones de asientos públicos en relación con la orientación y la propia estructura de los bancos. Si las vistas y la exposición al sol son cuestiones a menudo olvidadas, a pesar de su obviedad, la relativa a la calidad sonora de los emplazamientos suele ser un asunto ausente cuando se decide la ubicación de un banco. Sin embargo, la calidad sonora de un parque le otorga un valor añadido, muy apreciado de un modo inconsciente por los usuarios. Sentarse a escuchar es una de las mejores maneras de disfrutar del canto de aves con alta calidad sonora sin perturbarlas.

De la misma manera, descartar las ubicaciones más expuestas a contaminación acústica, como espacios limítrofes con carreteras, debería ser un elemento a considerar cuando se decide ubicar un asiento.

Algunos modelos de bancos permiten el cambio de orientación de los respaldos, de tal manera que es el usuario el que elije las vistas, la exposición al sol y la orientación de su atención hacia un sector u otro del parque.

Finalmente, los materiales con los que están construidos los asientos resultan esenciales en periodos muy cálidos o muy fríos. Así, los bancos metálicos son los menos adecuados para ciudades con temperaturas extremas, como Madrid. Un banco extremadamente frío a primera hora de la mañana de un mes de diciembre disuade de ser usado, y el paseante perderá la oportunidad de escuchar el gorjeo aflautado y melodioso del mirlo, los golpeos secos e incesantes del petirrojo y los silbidos siseantes y numerosos de un grupo, siempre bien avenidos, de mitos.

5.2 Control del ruido
Control del ruido

El ruido es un fenómeno indeseable ligado habitualmente a la actividad humana. La ciudad es escenario de múltiples actividades generadoras de ruido, siendo el tráfico rodado la más común, aunque existen otras cuyas perturbaciones superan los 50 dB, considerados por la OMS como el umbral de confort: martillos neumáticos abriendo aceras, zonas de locales nocturnos que concentran gran cantidad de personas a sus puertas, recogida de basuras de madrugada, etc.

Los efectos del ruido sobre el ser humano pueden ser fisiológicos, como la pérdida de audición, el aumento de la tensión arterial y el riego sanguíneo, o psicológicos, como irritabilidad excesiva; aunque unos y otros suelen estar relacionados.

Las comunidades de aves urbanas no son ajenas a esta perturbación y han desarrollado adaptaciones en su comportamiento para poder comunicarse con sus congéneres a pesar del ruido. Un estudio del Centro de Investigación Medioambiental de Helmholtz, en Alemania, demostraba que las comunidades de mirlo común de áreas urbanas madrugaban hasta cinco horas antes que los mirlos de las afueras, para adaptar sus cantos a las horas de menor intensidad de ruido (Nordt & Klenke, 2013). En la misma línea, un equipo del Museo Nacional de Ciencias Naturales de España demostraba que los carboneros comunes del centro de Madrid habían modificado la frecuencia de su canto para adaptarla al ruido urbano y poder ser oídos por otros individuos de la misma especie (Salaberria & Gil, 2010).

Las barreras acústicas se han demostrado eficaces con densidades a partir de 20 kg/m2 y materiales no porosos. Por ello, la vegetación no es la mejor solución en el diseño de barreras acústicas, pero si las masas forestales son suficientemente densas y se evita el uso de especies de hoja acicular, el efecto mitigador directo es apreciable. Los mejores diseños incluyen especies perennes con ramaje muy denso, de porte medio y alto, de diámetro pequeño, y dispuestos de forma que no quede ningún resquicio, con follaje desde la base y con bandas sea lo más anchas posible. Esta composición puede completarse con arbustos en la parte baja. (Navés, 1995; Molina, Berrocal & Mata, 2005).

Las combinaciones mixtas de barreras y vegetación logran buenos resultados y visualmente están más integradas. Otras soluciones, como caballones de tierra, vegetados o no, resultan muy adecuados.

En paralelo a la mitigación directa del ruido, se obtiene un efecto indirecto, que se consigue al impedir la visualización de la molestia, lo que provoca además una disminución psicológica del ruido. Otro efecto psicológico que la vegetación ejerce sobre el ser humano y que ha sido comprobado experimentalmente es el conocido como efecto Ulrich (Ulrich, 1975), consistente en la disminución del estrés y la inducción de un estado de relajación lúcida, reflejado en la mayor amplitud de las ondas alfa del electroencefalograma del individuo sometido al experimento.